El auge de los deportes de aventura de los últimos años nos lleva a que muchos de estos aficionados llegue el día en que sean padres (y madres) y se planteen llevar con ellos a sus hijos/as. Pero, ¿cómo? ¿a partir de qué edad? Os voy a dar unas indicaciones, pero primero os voy a contar lo que viví ayer y que me ha hecho despertarme hoy con este artículo en la cabeza, con la intención de ayudar a quienes tengan dudas y, ojalá, evitar otras desagradables experiencias.
Ayer tenía como actividad guiada la ferrata de Tous y descenso por el barranco de Castellet. Para quien no los conozca, es una actividad preciosa y de las más fáciles (físicamente), por lo que suele servir para iniciarse a muchos montañeros valencianos. No es casualidad que en este tipo de actividades de más bajo nivel físico, es donde encuentro más “salvajadas”, por ese mismo motivo. Justo antes de empezar la ferrata, veo que detrás de nosotros venía una familia con un niño de unos 5-6 años (menos de 30 kg) ataviado con su nuevo y reluciente disipador. Discretamente me aproximé a su padre y le comenté que si desconocía que los disipadores no actúan en personas de tan poco peso, y le sugerí que utilizara aseguramiento con cuerda, a lo que educadamente accedió y agradeció el consejo. La integridad de un niño no debería depender de que en el último momento alguien te advierta y asesore.
Pero lo peor vino más tarde, cuando desde el tercer rápel del barranco escucho lo que parecía un ¿bebé? llorando desconsoladamente. Durante más de 15 minutos tuvimos que soportar unos desgarradores llantos de un niño de unos 4 años que no se atrevía a bajar y los gritos de unos padres (otra familia) que, seguramente frustrados por la situación, presionaban al niño. No sé cómo acabó la situación, pero la palabra que me viene a la cabeza es trauma.
No es una situación aislada. Casi todos los fines de semana me encuentro en situaciones parecidas, en las que me tengo, en la mayoría de ocasiones, que morder la lengua, ya que para colmo, muchas veces no me responden con tanta educación como ayer.
Conclusiones: