Este fin de semana teníamos curso de escalada en uno de los mejores sitios que se me ocurren para ello: Cherales (que aunque pertenece a Sot de Chera, se suele considerar un sector más de Chulilla).
Domingo, 5 de la tarde. Una vez visto todo el contenido del curso, suelo dejar un pequeño espacio para que elijáis qué os ha quedado pendiente. En este caso Luis quería retarse a subir de primero un 6a (en su tercer día escalando, los hay que han nacido para esto). Nos preparamos, pero finalmente se ha levantado mucho viento y decidimos ir a por la imprescindible cerveza.
Miércoles, 9 de la mañana. Voy a coger la cuerda y no la encuentro por ningún lado. Empiezo a atar cabos (no de la cuerda, que no la encuentro) y concluyo que, entre risas y demás, el domingo no recogí la cuerda que había echado bajo el 6a. Buf, han pasado más de 2 días, Cherales es una zona concurrida y la cuerda está en uno de los primeros sectores… Una Petzl de 80 metros, nuevecita… es algo muy atractivo…
Me ha venido a la mente cuando era niño e iba a la montaña con mi padre. Era habitual que en un momento dado dejásemos la mochila ahí tirada para hacer cima más cómodos (inolvidable la sed que pasamos en el Midi d’Ossau). La primera vez, le pregunté a mi padre si no deberíamos esconderlas, y me dijo que en la montaña hay una ética especial. Quizá porque tenemos otros valores, porque nunca sabes de quién vas a necesitar ayuda, o porque da mucha pereza bajar con 2 mochilas… La cuestión es que nunca nos faltó nada a la vuelta.
Recuerdo que nos íbamos a hacer escalada de largos y, si era rapelable, dejábamos las mochilas en el pie de vía, para recogerlas al bajar (te ahorras subirte las zapatillas). La verdad es que ahora ya no lo hago, así que no sé hasta qué punto es una práctica recomendable…
Está claro que hoy en día no podemos pensar que va a ser siempre así. Con el auge de la escalada y los rocódromos, es muy probable encontrar todo tipo de gente en una zona de escalada, no solo aquellos que han hecho de la escalada una forma de vida y pudiéramos pensar que tienen una ética especial. De hecho, recuerdo que hace unos 12 años, fuimos 4 a escalar a la Marxuquera (Gandía). Nos distribuimos en un par de vías fáciles para calentar, pero mi buen amigo César se equivocó al mirar la guía y se metió en un 6b creyendo que era un 5+, y no pasó de la segunda chapa. Le dije que no se preocupara, que se bajara y cuando terminase mi vía haría esa y le bajaría sus cintas exprés. Había unos chavales al lado de esa vía, haciendo unas operaciones un poco raras, pero no le dimos importancia.
Al cabo de un rato, cuando me dispuse a escalar ese 6b, cuál es mi sorpresa cuando veo que las 2 exprés de César no estaban. ¡Lo que estaban haciendo los chavales de la vía de al lado era desviarse para cogerlas! En fin, voy a tener que explicarles lo de la ética de la montaña… Pero los chavales no estaban en la pared, lo único que vimos fue una furgoneta saliendo de la zona de aparcamiento.
Eso significa, no solo que sabían que estaban robando, sino que estaban dispuestos a perder su día de escalada por el miserable valor de 2 cintas exprés…
Pues parece que de momento podemos conservar la fe en la humanidad. Según llego esta mañana al aparcamiento, allí estaba mi cuerda, bajo la furgoneta de unos ingleses.
¿Sería igual si hubieran sido españoles? Me acuerdo de otra anécdota, cuando mi amigo Óscar estuvo de Erasmus en Irlanda y se dio cuenta de lo fácil que es robar allí (o al menos lo era hace 20 años, cuando yo también estuve allí). Me contó que un día llegó a casa y le enseñó a su compañero de piso irlandés el mp3 que acababa de robar en una tienda. El irlandés le miró seriamente y le dijo: «tío, si necesitabas dinero habérmelo pedido».
No lo sé, está claro que habrá de todo en todas partes en mayor o menor porcentaje, pero lo que sí tengo claro es que yo, hoy, estoy orgulloso de ser escalador.