¿Sabes? A mí me pilló en Requena, en pleno origen de la tragedia. Por supuesto, mi historia es una tontería en comparación con las miles de personas con historias trágicas. Pero te lo voy a contar desde el punto de vista de la Supervivencia, que para algo soy instructor de cursos de esto.
Resulta que tenía que ir a Tangos en la Roca, una muy recomendable tienda de material de montaña de Utiel. Yo, que siempre compruebo las alertas meteorológicas, como hacía días que había cancelado las reservas para ese martes, no volví a mirarlas. Sobre las 12 dejó de llover en Chulilla y parecía despejado, así que cogí la furgo y con precaución tiré por la terrible carretera de Sot de Chera – Chera hacia Requena. Según entro en la A3, me quedo enseguida parado en el atasco, rodeado de camiones. «Habrá habido un accidente», pensé. Aquí llovía fuerte, casi como nunca había visto, mezclado con algo de granizo.
Desde Utiel me envían un vídeo del río llevándose a los coches por las calles, y se activa en mi mente el mecanismo de alerta. Valoro la situación. Yo estaba en una zona bastante baja. La cuneta de la A3 era un río, el nivel llegaba al asfalto y seguía llenándose por lo que caía por los laterales. Y subiendo. Yo, como aficionado al ajedrez, tracé en mi mente varias opciones para la próxima jugada: si esto sigue así, la furgoneta se la lleva. Miré a mi alrededor. Había gente abandonando su coche y yéndose corriendo. No me parecía la mejor opción. Tenía a mi lado 2 camiones, uno de transporte de cerdos y un trailer. «Si es necesario, abandono la furgoneta y me subo al trailer, que es el más pesado.» Miré al conductor y casi intuí que me había leído el pensamiento, porque asintió. No obstante, tampoco era una opción perfecta. También vi que entre ambos camiones había un hueco suficiente para meter la furgoneta atravesada y avanzar por el arcén. De repente, ¡menudo susto! un hombre con la chaqueta en la cabeza me gritaba desde la puerta «¡¡Si no salimos de aquí, nos ahogamos todos!!» Le ofrecí que se uniera a mi plan y me siguiera.
Efectivamente, llegamos a una zona algo más elevada donde ya no pudimos seguir, pero me relajé más. Casi paró de llover, y me dediqué a observar con disimulo las caras de los ocupantes de los coches, buscando si alguien podía necesitar algo. Mucha gente no tenía cosas básicas como una chaqueta, agua o combustible de sobra para poner la calefacción del coche (esas 3 cosas para mí nunca faltan). Pero básicamente mi labor fue tranquilizar a la gente, ya que sabía lo mismo que ellos, y lo que la gente necesitaba era INFORMACIÓN. La radio aún no decía nada.
El resto del tiempo no pude hacer otra cosa que sobrecogerme con las noticias que escuchaba. Lo que vino esa noche todos lo conocemos.
Según oía testimonios y veía vídeos en redes sociales, me venían a la mente nuestros cursos de supervivencia, en los que enseñamos a la gente a vadear un río trabajando en equipo, a hacer una cadena humana o a lanzar y coger una cuerda de socorro. Quién sabe si no hemos salvado alguna vida. Ojalá toda la gente que está allí se hubiera formado en estas técnicas.
También pensé en lo que vendría los días siguientes. Lo útil que sería para la gente disponer de un frontal impermeable a pilas, de un filtro de agua, de mantas de supervivencia, de raciones de comida preparada… Qué rápido alguien puede pasar de «freaky» a «previsor».
Prácticamente todas las consultas que me han llegado desde entonces han sido para hacer cursos de supervivencia. La gente se acuerda de Santa Bárbara cuando llueve (nunca mejor dicho), pero más vale tarde que nunca. Si te apetece, estaré encantado de compartir contigo todo lo que sé sobre la materia.